Confesiones de poetas…
Mis poetas se juntaron
en el Parnaso del cielo
y contaron sus amores
a San Pablo y a San Pedro.
Habló Garcilaso y dijo;
que su amada fue un secreto
a quien él llamaba Elisa,
y la sirvió con afecto.
Púsose de pie ya entonces,
Don Lope con galanteo
contó que las amó a todas,
mas Filis fue su tormento.
Al escuchar sus palabras
levantose el gran Quevedo;
dejó a su amor hecho polvo...
por siempre, por todo el evo.
De los místicos presentes
a Sor Juana me refiero;
ella no amó solo a Dios,
por eso su largo encierro.
Tomó palabra Zorrilla,
con Inés dentro,muy dentro,
alabando el amor puro
y la entrega de su cuerpo.
Se levantó una mujer
con dulce acento chileno
que se llamaba Gabriela,
venía llena de besos.
Tímida charló Alfonsina,
de su vida y sus complejos
de todo su desencanto,
de la falta de algún sueño.
Y el poeta de la luna...
el del oscuro cuaderno,
¡qué pura tenía el alma,
qué pena fue verle muerto...!
Avanzó un paso Miguel
y le tendió allí su lienzo
con suave olor a cebolla
de las que había en un cesto.
Y con esto ya termino
aunque me cuesta el hacerlo,
que para a todos dar voz
necesito tres mil versos…
Pero sí, debo añadir,
que enamorada amanezco
y el día se queda corto
para cantar mis requiebros...
en el Parnaso del cielo
y contaron sus amores
a San Pablo y a San Pedro.
Habló Garcilaso y dijo;
que su amada fue un secreto
a quien él llamaba Elisa,
y la sirvió con afecto.
Púsose de pie ya entonces,
Don Lope con galanteo
contó que las amó a todas,
mas Filis fue su tormento.
Al escuchar sus palabras
levantose el gran Quevedo;
dejó a su amor hecho polvo...
por siempre, por todo el evo.
De los místicos presentes
a Sor Juana me refiero;
ella no amó solo a Dios,
por eso su largo encierro.
Tomó palabra Zorrilla,
con Inés dentro,muy dentro,
alabando el amor puro
y la entrega de su cuerpo.
Se levantó una mujer
con dulce acento chileno
que se llamaba Gabriela,
venía llena de besos.
Tímida charló Alfonsina,
de su vida y sus complejos
de todo su desencanto,
de la falta de algún sueño.
Y el poeta de la luna...
el del oscuro cuaderno,
¡qué pura tenía el alma,
qué pena fue verle muerto...!
Avanzó un paso Miguel
y le tendió allí su lienzo
con suave olor a cebolla
de las que había en un cesto.
Y con esto ya termino
aunque me cuesta el hacerlo,
que para a todos dar voz
necesito tres mil versos…
Pero sí, debo añadir,
que enamorada amanezco
y el día se queda corto
para cantar mis requiebros...
Elvira Sierra
Agosto 2014
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