Tu voz se quiebra entre silencios... en la cárcel que libro de las sombras, en el canto sensual de la calandria o, en el fuego extinguido ante mi puerta. Hay flores por el suelo y en las ramas del árbol que le dan fe de vida. Tu voz se quiebra prendida entre mis dedos, en las notas agónicas del instrumento roto, en la canción no escrita que vuela entre recuerdos... Tu voz se quiebra y muere.
Puedo llorarte a mares, llorarte a ríos y hasta llorarme a carcajadas puedo... Puedo soñar de día, soñar de noche y hasta soñarme a tu lado puedo... Puedo reírte a lunas, reírte a soles y hasta volverme luz de estrella puedo... Puedo soñar contigo, reír contigo y hasta llorarte eternamente puedo... Puedo vivir sin ti, morirme en ti y renacer algún día... ¡puedo!
Fragmento del cuadro de John Everett Millais (Flores que ha recogido Ofelia y caen sobre el río)
"Hay un sauce de ramas inclinadas sobre el arroyo que en el cristal del agua deja ver sus hojas cenicientas. Con ellas hizo allí guirnaldas caprichosas, y con ortigas, y margaritas, y esas largas orquídeas a las que los pastores deslenguados dan un nombre grosero, pero nuestras doncellas llaman dedos de muerto. Cuando estaba trepando para colgar su corona de hojas en las ramas sesgadas, una, envidiosa, se quebró, cayendo ella y su floral trofeo al llanto de las aguas. Su vestido se desplegó, y pudo así flotar un tiempo, tal como las sirenas, mientras cantaba estrofas de viejos himnos, como quien es ajeno al propio riesgo, o igual que la criatura oriunda de ese elemento líquido. No pasó mucho tiempo sin que sus ropas, cargadas por el agua embebida, arrastraran a la infeliz desde sus cánticos a una muerte de barro"